lunes, 9 de agosto de 2010

La despedida de Tessimon

Tessimon se levantó, puso su orden en su atribulada cabeza y se dirigió hacia la salida. Lo ocurrido con Hedrack le hacía hervir la sangre. Aquel desgraciado pagaría cara su osadía.

Cuando estaba llegando a la puerta, sintió una repentina ráfaga de aire. Era un torbellino, que la elevaba y alejaba de su nueva misión. Maldijo, pero aquello no era más que un paseo. En cuanto pudo volver a tocar suelo, intentó por todos los medios mantenerse con vida y salir de allí. Mas eran muchos y muy poderosos.

En las criptas podría despistarlos, pensó la clériga humana, ansiona y desesperada, en sus últimas. Pero entonces, aquel clérigo de Pelor se le abalanzó y le hizo morder el polvo del suelo. Del suelo de su templo. De su hogar. Le odiaba. Había preparado al detalle la batalla para matarlo, a él y a sus compañeros. Pero no lo había conseguido. Por su culpa Hedrack le había dado la espalda y le había pateado el trasero de una forma rastrera, enviado a su glabrezu personal.

No podría vengarse de Hedrack. Rodeada de enemigos, usó su última carta.

Del bolsillo sacó un frasco de cristal de intrincada elaboración y lo reventó a los pies de Juan de Arimatea. No se escuchó nada. El silencio mágico cubría el espectáculo que se produjo a continuación. Un portal dimensional circular, de media pulgada de diámetro, apareció en el sitio. De pronto, el clérigo sintió una poderosísima fuerza que lo succionaba hacia el portal. El dolor era insoportable. Se definió una espiral, como si fuera un sumidero de agua, solo que esta vez era su cuerpo el que se deformaba con ella.

Intentó evitarla con todas sus fuerzas, pero era poderosísima y se empezaba a colorear de rojo sangre. Con terror en el rostro, su cuerpo, sus objetos, todo se deformó hasta más allá de lo físicamente posible y acabó entrando por aquella pequeña oquedad. Nada. No quedó nada.

El guerrero enano, tras asistir atónito a la atrocidad mágica, asestó el golpe definitivo a Tessimon. Le supo a gloria. Una gloria totalmente vacía.

La batalla contra el Templo del Fuego había terminado. No se podía decir que hubieran ganado.

Se reunieron. Exhaustos. Recolectaron los objetos y discutieron cuál sería el siguiente paso...

Unos minutos más tarde, la voz clara y vigorosa de Hedrack susurró en la mente del guerrero:

- Bravísimo. Supremo. Exquisito. Las dos personas que más odiaba se han matado entre ellas. Enhorabuena. Imagino que os iréis acostumbrando...

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