martes, 31 de agosto de 2010

Oscuridad

Aunque fuese en blanco y negro, contemplar la ciudad subterránea de Dra-Mur-Shou le sobrecogió. Siempre lo hacía. Tenía un encanto malévolo y una apariencia general siniestramente bella. Su construcción alienígena y su diseño satisfacían las capacidades innatas para levitar de sus moradores.

Una especie de castillo enorme, con aberturas a varios niveles de altura, ocupaba el centro de la ciudad, dominándola. Abajo, en el nivel inferior, podían verse criaturas de todo tipo -mayormente grimorloks y khuuls-, haciendo trabajos forzosos.

Ojalá se pudiese hacer tratos con ellos, supondrían una alianza sin parangón, una defensa implacable para los planes de los Soñadores. Era una lástima que aquella gente solo pensara en sí misma.

"Es necesaria dicha separación"

Hedrack dio un respingo, pero se recompuso y contestó:

- Maldita sea, podrías anunciarte o dejarte ver antes de hablar.

"Eres tú, Hedrack, el que ha venido hasta mí"

- Cierto es. Muéstrate. Ahora. Quiero pedirte algo.

Se arrepintió de lo dicho en cuanto recordó cómo lucía su interlocutor. La cabeza de pulpo de cuatro tentáculos con sus ojos blancos e hinchados no era plato de buen gusto. No ayudaba tampoco que constantemente le chorreara de la boca un limo aceitoso.


Pero prefería tenerlo situado. No escuchar su voz le impedía conocer su posición.

"Como te decía, existen dos tipos de seres, los que siempre piensan en voz alta y los que no. Y de los segundos, los más poderosos somos nosotros, los illitas."

Hedrack puso los ojos en blanco. Ya empezaba.

"El resto sólo son escoria que malvive en este plano esperando su muerte y deseando reencarnarse en uno de nosotros."

Empezaba a hartarse:

- Termina ya con tu cháchara exacerbadamente xenófoba y escúchame con atención: Ya han entrado al Atrio Exterior.

"Qué novedad. También lo sabían Chymon y Rocky, y como ellos, también lo sabes tú, Hedrack"

- ¿!Pero qué!? No tolero que me hables en ese tono, sigo siendo quien manda aquí, no lo olvides.

"Quieres que te lea el futuro, para eso has venido, porque estás preocupado y porque yo soy el Oráculo, pero para eso no necesito nada de lo que tengo arriba."


- No sigas por ahí, masa bulbosa, o la bota herrada de Tharizdun aplastará tu cabeza y los restos se esparcerán por toda la Antípoda Oscura.

"Hedrack. Encontraste al Campeón y pasó la prueba. Eres el preferente para ascender al Atrio Interior y Su Oscuridad te ha dotado para manipular su regalo a voluntad. No tienes rival aquí. Sólo tienes que enfrentarte a ellos mostrando tu cara más implacable."


- Satau, no necesito que nadie me recuerde mis hazañas, la memoria no me falla todavía. No soy tan mayor.

"Silencio. Son ellos. Están hablando con la puerta. Ignorantes..."

- ¿Ellos? ¿Allí arriba? Es una señal de Su Oscuridad. Me encargaré ahora mismo.

"La determinación de un líder. Machácalos y envía sus cabezas a Javier. No quepo de gozo al imaginar su cara..."

Hedrack rió ante el comentario y dejó atrás al azotamentes. Por el camino, fue mejorando sus defensas con conjuros. Se iban a enterar.

viernes, 27 de agosto de 2010

La decisión

Una vez despachado el Elemental de Tierra anciano, los héroes huyeron del Atrio Exterior porque una Esfera de Aniquilación se les venía encima...

Ya en la ciudad, dispuestos a comprar objetos mágicos y mejorar los existentes, fueron llamados a la presencia de Javier.

Cojeaba ligeramente. Unas enormes ojeras le adornaban la parte alta de los pómulos y andaba de un lado para otro dando órdenes a mensajeros que llegaban incesantemente.

Levantó la mirada cuando entraron. Se acercó a una mesa pequeña y rústica, con sillas bajas sin respaldo y les invitó a sentarse.

Una vez todos se sentaron, salvo Hódor que se había quedado en el patio, les habló con voz cansada pero con el deje autoritario de quien ha pasado media vida al mando:

- Señores, les seré franco. Tengo gente observándoles desde que se fueron, y están, perdón, estamos muy sorprendidos de cómo derrotaron a ese dragón rojo y al elemental anciano. Toda una hazaña, merecen mi respeto.

Hizo una pausa, para beber un trago, y continuó con un tono más severo:

- Mas estoy realmente preocupado. La integridad de su grupo se ha visto comprometida en los últimos días debido a unas botas que, a mi parecer, están malditas. Según su versión de los hechos, la cual creo cada vez con más vehemencia, esas botas de invisibilidad mejorada salieron de un altar de culto a Tharizdun.

Parecía inquieto. De hecho, se levantó y dio varios paseos, como si sopesara algo en su mente.

- Tengo a la mitad del ejército de la ciudad casi llegando a Hommlet. Los que están ya allí se ven constantemente rodeados en escaramuzas y contactos. La villa ha sido tomada por una horda de trasgoides y goblinoides, usando gigantes de piedra y trolls como asedio. Les debe dirigir alguien, pues se mueven con cierta disciplina.

Su tono bajó de intensidad:

- Elmo, el capitán de la guardia, un gran amigo, fue suplantado por un impostor, probablemente un Droppelanger o un Rakasha, llevando a la milicia de Hommlet y a algunos de sus mejores combatientes a una trampa muy bien urdida. En muy poco tiempo, Burne y Rufus se tuvieron que teleportar hasta aquí, pues no tenían medios para defender el castillo por sí mismos.

Se detuvo, para mirar fijamente a sus invitados:

- La mayoría de la población fue asesinada. Muy pocos fueron tomados como rehenes.

De repente, sonrió y añadió:

- No obstante, en una maniobra de infiltración conseguimos que vuestro amigo Chen-Li y unos cuantos más liberaran a la canonesa Y'Dey de su templo, que estaba rodeado y en sus últimas. Clérigos como ella quedan pocos.

Volvió a la mesa y acercó un mapa de los alrededores de Hommlet:

- Intentaremos retomar Hommlet porque es el punto estratégico de la zona. No puedo asediar o ayudar a entrar en el Templo del Mal Elemental sin antes poseer Hommlet. El resto de zonas son bosques, muy peligrosos para asentar un campamento de guerra.

- Su trabajo sigue siendo matar a Hedrack y traer su cadáver, para dificultar los intentos de resurreción. Y por supuesto, redimir al Príncipe Thrommel con un estacazo al corazón, recuperando sus objetos más significativos.

- Ahora bien, han de decidir qué hacer con esas botas. En malas malos, y no me refiero a ustedes sino a alguien del enemigo, serían un gran problema. Dejen que les proponga algunas alternativas:

- Primero, podrían venderlas a algún comerciante de la ciudad. Con una buena tasación supongo que podrán recuperar algo más de la mitad de su precio, acercándose a las 40 mil piezas de oro.

- Segundo, podrían dármelas ahora para que las vendamos a 25 mil piezas de oro y equipemos correctamente a la señorita Y'Dey, que está deseosa de acompañarles. Es una clériga de nivel 10, con mucha experiencia.

- Tercero, podrían dármelas ahora para que las desencantemos y con su poder mágico nuestros mejores herreros fabriquen el arma definitiva, la que podría cambiar el curso de la guerra. Éstas armas suelen tardar un mes en fabricarse en condiciones normales, pero contamos con muchísimos voluntarios. Se trataría de un arma cuerpo a cuerpo con un bonus de mejora de +4 y con la cualidad Azote de Elementales.
Ésta superaría la resistencia al daño de los príncipes malignos: Imix y Yan-C-Bin y les daría donde más les duele. En una semana estaría disponible.

- Cuarto, pueden seguir con ellas, a pesar de saber que son un caramelo y ustedes se van a meter en el peor de los colegios.

- Les dejaré un momento para que lo mediten...

domingo, 22 de agosto de 2010

Inversión

El segundo asalto al Atrio Exterior se realizó en excelentes condiciones y con mejores resultados.

El grupo había vencido a Chymon, la hembra de dragón rojo casi adulta, guardiana de la Puerta del Fuego. La montaña de monedas escondía una trampilla con un pozo.

Trampa tras trampa, alcoba tras alcoba, los héroes fueron obteniendo los tesoros de la cámara que había debajo, salvo uno. Un pozo aun más hondo llevaba ante una plancha de metal, gruesa y afianzada, que cortaba el paso.

Hodor, el recién resucitado mago y el enano guerrero discutían (cada uno con su cuerda de escalada atada) cómo salvar ese escollo. Mientras, el paladín, la druida y su enorme compañero animal (que mantenía agarradas las cuerdas) les ayudaban desde arriba, asomados al pozo, en la cámara del dragón.

Lo que entonces sucedió, debido a su celeridad, se debería de contar a cámara lenta:

De repente, todos salieron disparados del suelo, como si fueran cohetes gnomos. Arriba, en el nido de Chymon, paladín, druida y serpiente constrictor gigante golpearon contra el alto techo con fuerza, mucha fuerza. Sus cuerpos quedaron pegados al mismo y ninguno conseguía nada. Sus sentidos daban vueltas y vueltas, adaptándose al novedoso paradigma. Aquello no tenía ningún sentido para su cerebro. Ni pies ni cabeza.

Más abajo, a muchos pies de distancia, en el momento del "despegue", las cuerdas se tensaron para los que discutían constructivamente y les arrastraron a golpetazos, sacándoles del pozo inferior, golpeándoles repetidas veces con las paredes de la alcoba. El semiorco consiguió agarrarse a uno de los peldaños del pozo superior, al igual que el mago. El enano Ruski no tuvo tanta suerte y subió, pozo arriba, a gran velocidad. El golpe que lo unió a sus compañeros fue bastante sordo.

Hodor estaba con las piernas hacia arriba, agarrado al peldaño, cayéndose. La postura era antinatural, lo sabía, mas estaba completamente perplejo. Aquel odioso mago parecía más sereno, dentro de cierta escala. Sus ojos se iluminaron como si hubiera recordado algo y gritó con todos sus pulmones:

- ¡Nos han invertido la gravedad! ¡No hay arriba ni abajo! ¡Levantaos y plantad cara, pero no penséis en direcciones...!

Una carcajada poderosa, con un acento canino, interrumpió sus instrucciones. Daba órdenes a diestro y siniestro, con voz autoritaria. Ruidos de pisadas, muchas pisadas, golpeaban el suelo, no muy lejos.

Colgados de aquellos gruesos peldaños metálicos, sólo aptos para un dragón, ambos comprendieron (Hodor incluido) que aquello no iba a ser nada fácil.

viernes, 13 de agosto de 2010

El Atrio Exterior

Los héroes salieron del Templo del Fuego y se dirigieron a descansar, al campamento enano cercano. En el camino se encontraron con Hódor, un semiorco bastante tonto pero valiente les contó su historia mientras mantenía una de sus espadas junto al cuello del mago. Acordaron ayudarse mutuamente a conseguir sus objetivos en la vida. Ellos, salvar el mundo. Él, vengarse de cierto mago malvado.

Al llegar a la ciudad, mediante el teletransporte, fueron conducidos ante las autoridades, pues el espadón que llevaban para vender irradiaba un aura de malignidad considerable. Allí, pudieron tener contacto con parte de los dirigentes de la ciudad, y compartir sus descubrimientos en el Templo de la Consunción Total. Hommlet estaba siendo asediaba, pero su principal objetivo era acabar con Hedrack y recuperar los restos de Thrommel, otrora príncipe de Veluna.
Les asignaron a un paladín para que les acompañara y diera fe de que todo lo que aseguraban era cierto.

Una vez de vuelta. La druida con un nuevo compañero animal. Esta vez un megarraptor. Fueron al Puente del Fuego, explorando el complejo que lo protegía. No quedaba nadie, había sido desalojado. Solo quedaba una pícara mediana que no se habían molestado en liberar de sus cadenas. Mas resultó ser de alineamiento maligno. Cada uno siguió por su camino.

Ya en el puente, que se extendía 700 pies, pudieron comprobar que había ciertos cambios en la meteorología del cráter. Un microclima tormentoso se había apoderado de él, y vientos casi huracanados lo recorrían, haciendo que el agua del lago chocara contra el puente como si de un rompeolas se tratase. El pavimento estaba muy deslizante así que se las ingeniaron para llegar ante la puerta sin tener que recorrerlo a pie.



El puente se acababa en una puerta alta de color negro enmarcada en metal rojizo. Grabado en la sueprficie de la misma, en relieve, se podía observar un gran rombo rojo con los bordes dorados. La puerta, de 15 pies de alto por otros tantos de ancho estaba desprovista de pomo, bisagras u otros componentes habituales.

Todavía estaban pensando en abrirla cuando la druida gritó algo. Se les abalanzó, de la nada, el mayor dragón rojo que habían visto y en un abrir y cerrar de ojos se había llevado al mago, que forcejeaba, lejos, muy lejos. La confusión se apoderó del grupo. Algunos fueron a intentar rescatarlo, a lomos del hipogrifo del grupo, pero presenciaron cómo el mago era electrocutado por las Torres de Rayo que rodeaban el cráter interior, mientras estaba en caída libre. Volvieron y tocaron la puerta. Ésta se hundió en el suelo, permitiéndoles pasar a refugiarse, por si volvía la bestia.

Un brillo rojizo y tembloroso iluminaba la vasta estancia. Un pozo circular, de 3 pies de profundidad y 50 de diámetro, llenaba la parte central de la misma. En el centro del pozo había un gran montón de monedas, con una depresón cóncava en el centro, como si fuera un nido.

El suelo, paredes y techo eran de mármol rojizo con vetas negras. Alrededor de las paredes norte y este había altares, con forma de diamante si se miraban desde arriba, y agujeros en el centro de su cara superior de los que surgían continuamente llamaradas. Flanqueando estos altares había estatuas de piedra negra, que representaban mujeres humanas desnudas, cuyas cabezas habían sido reemplazadas por triángulos negros con letras "Y" invertidas de color amarillo en su interior.

Tras 18 segundos, la puerta se cerró. La insonorización era increíble. No se escuchaba nada tras la puerta. Avanzaron y salieron de aquella sala, que se bifurcaba en dos pasillos. Tomaron uno de ellos, mientras discutían qué debían hacer. Los pasillos estaban débilmente iluminados, así que a Ruski la llamó la atención la luz de lo que parecía ser un gran salón. Con cautela y ayudándose de las sombras, se acercó lo más sigilosamente posible.

La entrada al vasto salón era un arco con cráneos esculpidos. Ahí se escondía nuestro enano. Aquel sitio tenía un techo abovedado de 30 pies de altura y estaba amueblado con mesas de madera flanqueadas por bancos. Un área elevada junto al muro oriental alojaba otra mesa con cuatro sillas en un lado, de forma que los sentados en la misma estaban de cara al resto de la habitación. Tras la mesa había seis largas banderolas púrpura alternando triángulos negros con "Y" invertidas y zigurats negros de dos plantas, boca abajo.

La pared occidental tenía una estantería a unos 10 pies de altura sobre la cual descansaban gárgolas de piedra gris.

Todo esto le pareció superfluo al guerrero, pues su atención se centró en los que estaban sentados en la mesa principal. Era él, sin duda. Hedrack les explicaba algo a los otros tres comensales. A su derecha estaba una clériga. ¡A su izquierda dos drows! Uno de ellos clérigo, el otro mago. Bebían de sus palabras y parecían disfrutar del monólogo. Sus gestos, o eso le pareció, simulaban lo que les acababa de suceder, pues trazaba con la mano un arco describiendo el mismo movimiento enérgico que había realizado el dragón en el puente. Rieron a pleno pulmón mientras acababan con su desayuno.



De pronto, Hedrack impuso el silencio en la mesa. Los demás le miraron, expectantes. Sacó, de entre sus túnicas, una especie de medallón dorado que brillaba con intensidad variable, como si de una baliza se tratase. Comentó algo y todos volvieron a reir a carcajadas. Entonces se levantó y comenzó a conjurar. El enano se escondió, y cuando iba a poner fin a su osadía oyó un repicar metálico que provenía de la otra entrada del salón. Estuvo a punto de caer al suelo de la sorpresa, si eso fuera posible en alguien de su raza. Una patrulla de MINOTAUROS BÁRBAROS cruzaba el salón en su dirección, con aire marcial.

Se volvió y tan silencioso como le fue posible volvió a avisar a sus amigos de que no disponían de mucho tiempo para pensar.

"Almenos solo son tres" - Se dijo a sí mismo, con cierto ánimo.

lunes, 9 de agosto de 2010

La despedida de Tessimon

Tessimon se levantó, puso su orden en su atribulada cabeza y se dirigió hacia la salida. Lo ocurrido con Hedrack le hacía hervir la sangre. Aquel desgraciado pagaría cara su osadía.

Cuando estaba llegando a la puerta, sintió una repentina ráfaga de aire. Era un torbellino, que la elevaba y alejaba de su nueva misión. Maldijo, pero aquello no era más que un paseo. En cuanto pudo volver a tocar suelo, intentó por todos los medios mantenerse con vida y salir de allí. Mas eran muchos y muy poderosos.

En las criptas podría despistarlos, pensó la clériga humana, ansiona y desesperada, en sus últimas. Pero entonces, aquel clérigo de Pelor se le abalanzó y le hizo morder el polvo del suelo. Del suelo de su templo. De su hogar. Le odiaba. Había preparado al detalle la batalla para matarlo, a él y a sus compañeros. Pero no lo había conseguido. Por su culpa Hedrack le había dado la espalda y le había pateado el trasero de una forma rastrera, enviado a su glabrezu personal.

No podría vengarse de Hedrack. Rodeada de enemigos, usó su última carta.

Del bolsillo sacó un frasco de cristal de intrincada elaboración y lo reventó a los pies de Juan de Arimatea. No se escuchó nada. El silencio mágico cubría el espectáculo que se produjo a continuación. Un portal dimensional circular, de media pulgada de diámetro, apareció en el sitio. De pronto, el clérigo sintió una poderosísima fuerza que lo succionaba hacia el portal. El dolor era insoportable. Se definió una espiral, como si fuera un sumidero de agua, solo que esta vez era su cuerpo el que se deformaba con ella.

Intentó evitarla con todas sus fuerzas, pero era poderosísima y se empezaba a colorear de rojo sangre. Con terror en el rostro, su cuerpo, sus objetos, todo se deformó hasta más allá de lo físicamente posible y acabó entrando por aquella pequeña oquedad. Nada. No quedó nada.

El guerrero enano, tras asistir atónito a la atrocidad mágica, asestó el golpe definitivo a Tessimon. Le supo a gloria. Una gloria totalmente vacía.

La batalla contra el Templo del Fuego había terminado. No se podía decir que hubieran ganado.

Se reunieron. Exhaustos. Recolectaron los objetos y discutieron cuál sería el siguiente paso...

Unos minutos más tarde, la voz clara y vigorosa de Hedrack susurró en la mente del guerrero:

- Bravísimo. Supremo. Exquisito. Las dos personas que más odiaba se han matado entre ellas. Enhorabuena. Imagino que os iréis acostumbrando...

jueves, 5 de agosto de 2010

Batalla en el Templo del Fuego

Visto y no visto. Un muro de piedra, tan sólido cómo la cueva que lo rodeaba, les cortaba la retirada...

Solo quedaba avanzar y rezar, que lo que hubiera tras la cortina no fuera una esfera de aniquilamiento. No lo era. Sigh. El pasillo daba a una enorme sala con un foso de fuego en el centro. Sobre él, una plataforma cuadrada levitatoria, de 30 pies de lado, con altar incluído, estaba Tessimon, la Suma Sacerdotisa del Templo del Fuego.

Pero no iba a ser fácil llegar hasta ella. En el camino surgieron enemigos. El guerrero más veterano, Zert, con sus espadas mágicas de fuego, acechaba con invisibilidad mejorada. Fue durísimo, pero finalmente murió, en el foso, intentado escapar.

El segundo al mando, una Salamandra guardia negro, fue a proteger el cadáver de éste, pues tenía objetos mágicos muy importantes. Dio y repartió lo suyo, tanto como para matar al lobo de un asalto completo. Su espadón +2 sacrílego almacenaconjuros era digno de admirar.

Murió, pero fue toda una agonía, batallar en un foso con llamas. Mientras tanto, Tessimon se había dedicado a disipar magia y lanzar Descargas flamígeras, con las que había diezmado a sus enemigos. De repente, un muro de fuerza partió en dos el foso, obligándola a dar un rodeo, bajando de su plataforma acompañada de Firre, el torturador.

La batalla había bajado en intensidad. El mago y la druida se habian teleportado al otro lado de la sala, tras conjurar un león terrible que mantuviese a Tessimon ocupada. Mientras, guerrero y clérigo peleaban con méfits de fuego, que suponían más un incordio que una amenaza seria.

"Ja, estos creen que un muro de fuerza me detendrá, pero ni de lejos. Acabaré con este león mierdoso e iré a rematar a los que siguen en el foso"

Una luz azul repentina a su lado detuvo sus pensamientos. Saltó un poco, intentando esquivar a quien hubiese aparecido. La criatura era tan alta como un gigante, con un cuerpo ancho y musculoso. Sus cuatro brazos estaban terminados en poderosas armas naturales: dos con pinzas y dos con garras. Su cabeza canina estaba coronada por cuernos y su hocico goteaba, cuajado de dientes afilados. Su mirada, fria, oscura y penetrante, daba indicios de gran astucia e inteligencia.



En un abrir y cerrar de ojos, se deshizo del león y de una patada lo envió lejos, sin siquiera mirar cómo terminaba el conjuro de convocación.

"¡Tú! ¡Lo tenía casi a punto! ¿Qué mierda haces aquí? No te necesito, perrito faldero"

Más rápido que la anterior vez, una de las garras cogió a Tessimon por el cuello, levantándola varios pies del suelo, mientras ésta pataleaba sin resultados. No podía respirar, empalidecía por momentos.

" Hedrack me envía. No has cumplido sus espectativas. Éstos mortales siguen vivos y coleando."

Con un hilo de voz, la clériga replicó tibiamente:
"Infinitus...Déjame terminar..."

"No me das lástima. Oficialmente, has sido relegada de tu cargo. No vales nada para Hedrack"

Las piernas de Tessimon cada vez se movían menos, y había dejado caer ambos cetros al suelo, sin fuerzas para sujetarlos.

"Tienes suerte mortal. Mis órdenes no contemplan destruirte, sino recuperar lo que es del Templo"

Lanzóla varios metros, donde rodó por el suelo como un fardo. Se giró hacia Firre para hablarle, pero éste ya huía en dirección a la puerta.

Haciendo una reverencia, con un alto porcentaje de burla, se despidió de los héroes diciendo:

"Señores, el techo es falso, ilusorio. Las llaves están arriba. Ansío batirme con ustedes"

Se agachó, recogió ambos cetros y se teleportó.

Tessimon tosía en el suelo y maldecía con la poca voz que tenía...