martes, 8 de marzo de 2011

Grana y oro

El sol desaparecía en el horizonte lentamente, alargando las sombras de las tiendas del campamento, el cual era un hervidero de gente yendo y viniendo.

Los dragones de oro se preparaban para el combate, dejándose ensillar y hablando con los que iban a ser sus jinetes por una noche.

El momento se acercaba y los héroes fueron convocados a una última reunión.

• Se os suministrará a todos una poción de caída de pluma. Tenedla a mano. No me gustaría que alguien se partiese la crisma cayendo.
• Una vez dentro, reconoced el terreno y encuentrad un lugar seguro. Que el mago lo analice hasta el mínimo detalle, para futuros viajes mágicos.
• Sois una de nuestras mejores bazas. No falleis. Buenas noches y buena suerte.

Ver a Kac trasformarse fue todo un lujo para la vista. Aquel humano que amaba la equitación se convirtió en un enorme ejemplar de dragón de oro, algo más largo que Chymon, la dragona roja de la Puerta del Fuego. Dos grandes y finos cuernos gemelos crecían hacia atrás desde sus cejas y nariz. A lo largo de su cuello lucía dos adornos en forma de cresta, que solo eran la introducción de las dos magníficas alas en forma de vela. Empezaban en los hombros y llegaban hasta la punta de su cola. Unos bigotes alrededor de su boca flotaban en el aire, que olía a azafrán e incienso.

Su piel relucía como el oro pulido a la luz de aquel atardecer. Tenía un aura de majestuosidad que impregnaba al que estaba a su alrededor de sentimientos heroicos y valentía sin igual.



No muy lejos, se oyó un portal dimensional. Tras un silencio opresivo, vítores y aplausos se propagaron desde aquel lugar como la pólvora. Del recinto portátil que los clérigos utilizaban surgió un humanoide de complexión musculosa con cabeza canina y una reluciente armadura completa. Parecía tan tranquilo como listo para el combate. El espadón sujeto con correas en su ancha espalda no menguaba su expresión, que transmitía inteligencia y voluntad de protección.

Se acercó al dragón lentamente, con paso marcial, flanqueado por un pasillo de combatientes anonadados y frente a él presentó sus respetos, clavando una rodilla en el suelo:

• Mi nombre es Hashtor, soy paladín y he sido enviado desde el plano de Celestia para ayudarte a tí, Kacdaninymila, a detener esta insana pretensión de liberar a Tharizdun.
• Juntos, demostraremos a Su Resplandencia que te eligió correctamente para este cometido y que, en un futuro, serás su digno sucesor.

El dragón adquirió un aire orgulloso y a la vez amable, e indicó al celestial que lo montase.

Cuando la luna tomó el relevo al sol, jinete y dragón, símbolo del bien y la resistencia a la opresión, partieron de Hommlet en dirección Nordeste, seguidos por 10 dragones más jóvenes, montados por nuestros protagonistas.

Surcaban el cielo a gran velocidad. El aire les obligaba a agarrarse fuerte y pegar el cuerpo al cuerpo del dragón, disminuyendo su oposición al viento. Hacía frío, pues el verano había quedado atrás hacía varias semanas.

A lo lejos, divisaron la oscura silueta del Templo del Mal Elemental. De pronto, el aire se enrareció. Comenzaron a toser y a boquear, sin saber qué sucedía. Aguantaron la respiración y escucharon a Kaz, más adelante:

¡30 segundos! ¡Preparaos para bajar altitud!

Ya podían distinguir las tiendas del enemigo. Había una miríada de ellas, eran incontables. Se extendían varias millas más allá de la muralla.

De pronto, viraron hacia abajo y la formación en V cayó en picado, sobrevolando las primeras criaturas. El pánico se desató en tierra. Goblins y trasgos huían despavoridos, tratando de esconderse donde pudiesen, aunque fuera debajo de las piedras.

Empezaron a sonar cuernos. Uno, dos, tres. Se mezclaron, no había forma de distinguirlos. Desde la muralla empezaron a encenderse antorchas, perfilándola. Aún quedaba lejos. Una bola de fuego pasó rozando y varios rayos relampagueantes alcanzaron a Kac, que no acusó un ápice el daño recibido.

Ya podían divisar los guardias apostados en el muro, lanzando flechas que silbaban en sus oídos. Sobrevolaron la muralla y exhalaron su aliento de fuego a todo el que había abajo. La destrucción era increíble. Gigantes, osgos y trolls corrían prendidos en llamas, buscando auxilio. La puerta estaba cerca. Se prepararon para tomar tierra.

De pronto, Kac frenó en seco. Algo lo había parado de un puñetazo.

Envuelto en llamas y tan alto como dos humanos, este monstruo gigantesco flotaba en el aire con sus alas de murciélago, moviendo su cola como si fuese un látigo. Grandes escamas cubrían su cuerpo como una armadura. Su sonrisa revelaba unos enormes colmillos goteantes de veneno.

El arconte, desde una posición un tanto extraña, les gritó:

• ¡Diablo de la sima! ¡Bajad, bajad, bajad! ¡Ya, ya, ya!

Kac se recuperó del golpe y se abalanzó sobre su enemigo. Al mismo tiempo, el arconte se soltó de sus agarres y se lanzó también, a por aquel legendario diablo. Les repelió con facilidad suma. El grupo se bebió su poción de caída de pluma y saltó sobre aquel infierno. El fuego se propagaba con rapidez entre las tiendas, comiéndoselas en un festín de chispas y monstruos gritando.

Aun quedaban unos 100 pies para llegar a las puertas. Habría que sortear enemigos y enormes llamas. Arriba, a muchos metros de altura, los 11 dragones y el arconte, que se las arreglaba para no caer nunca al suelo, luchaban contra aquel diablo. Parecía igualado pero desde las alrededores empezaron a despegar un sinnúmero de monturas aracnófagos y sus jinetes, que perseguían a los atacantes y les hostigaban.

Bajaron la vista y corrieron hacia su destino.

Desde Hommlet con amor

Después de que el Atrio Exterior prácticamente se les viniera encima, los héroes fueron avisados por Javier, de forma urgente, a que se presentasen en Hommlet de inmediato.

Allí conocieron a Kacdaninymila, abreviando Kac, un noble y coleccionista, que charló con ellos sobre lo acontecido en el Templo de la Consunción Total. Tras mostrarles a sus pura sangre, les invitó a una cena con el alto mando. Tras esta, expuso el plan para la noche siguiente.

Esto es lo que ellos escucharon:

Como todos sabemos, a unas cuantas millas al nor-este, se encuentra el TME. A su alrededor, tanto dentro como fuera de sus murallas se han asentado cientos de criaturas malignas, según nuestros espías. Parece ser que esperan algo, imagino que la orden de alguien importante, alguien a quien temen y adoran al mismo tiempo.

Desde la reconquista de Hommlet, su moral estará baja, con lo que un ataque demoledor les pondría en fuga. El problema es que no se puede llegar hasta allí sin atravesar el bosque, o al menos bordearlo, con lo que las columnas de soldados correrían peligro. Las tropas de Furyioendía todavía tardarán días en llegar por el norte, donde sí podrían trabarles.

Al menos, desde aquí es posible vigilar sus movimientos, y en caso de que marchen a la guerra hacia Verbobonc, los interceptaremos.

Así pues, como se nos acaba el tiempo, enviaremos a un grupo de élite al corazón del Templo, para que una vez dentro, tengamos capacidad de usar el teletransporte de forma segura.
Ése grupo sois vosotros. Cabalgaréis a lomos del séquito de Kac y sobrevolaréis el contingente enemigo, para finalmente saltar frente a las puertas del Templo e irrumpir...

Espera, espera, ¿has dicho sobrevolar?

Sí, claro, volar por encima del enemigo.

¿A qué vienen esas caras? ¿Hay algo que no entendáis?

Kac se ríe a mandíbula batiente.

¡Maldita sea Kac! ¡Creo que ya son de suficiente confianza como para decirles que sois dragones de oro! Y yo que pensaba que me había explicado mal... Irrumpiréis en el Templo y buscaréis la forma de acceder a los subterráneos.

Pero eso no es todo. Para asegurar que abrís brecha una vez dentro, nuestros clérigos están preparando un conjuro muy poderoso que nos proporcionará un aliado sin igual, que estará encantado de ayudarnos.

Si todo sale como está previsto, mañana tras anochecer llamaremos a Hashtor, un canarconte heroico, paladín de nivel 11 (VD 16), el cual, a lomos de Kac (VD 14), abrirá brecha entre el ejército del mal. El resto, montados en el séquito de Kac (VD9) en formación en V, les seguirá, tratando de sufrir las menores heridas posibles.

Con su aura de presencia pavorosa, el pánico cundirá entre sus filas y pocos podrán responder a vuestra incursión, pero debéis llevar a cabo una misión, y salvaguardaros es lo más importante. Habrá montones de jinetes de aracnófagos, así que cuidado.

Una vez en la puerta, descabalgaréis todos y entraréis al Templo en sí. Kac y el resto de los dragones se quedarán diezmando las filas enemigas. En cuanto el enemigo se reorganice y presente batalla, se volverán para acá. Para ese entonces, habrán cubierto vuestras espaldas y solo tendréis que pelear hacia delante.